martes, 18 de septiembre de 2012

Todo un sueño.


El sol era cegador y el húmedo calor sofocante, pero la belleza de aquel lugar no se veía atenuada por todo ello. El aire tenía un aroma especial, olía como a rosas y a trigo. Miré a mí alrededor, me encontraba en medio de la llamada Casa de las Vestales, recorrí sus ruinas, admiré sus esculturas y me perdí entre sus árboles. Días después no había recorrido solo la Casa de las Vestales si no que también me había perdido entre las murallas del Coliseo, admirado el Panteón Y subido la escalinata de la Plaza de España.  Cené pizza en un restaurante con unas increíbles vistas al rio Tíbet, paseé bajó las estrellas sobre El puente Sant' Angelo y saboreé un magnifico helado bajo el Arco de Constantino. Recorrí museos y galerías los días siguientes, y dejé para el ultimo momento La fontana de Trevi. Cerré los ojos y me imaginé aquella escena de La dolce vita, en la que una rubia despampanante se metía en la fontana con un gran vestido negro. Un chirriante sonido me importunó y abrí los ojos sobre mi cama, era diecisiete de Septiembre y hora de levantarse. 

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