No soy capaz de seguir leyendo esos libros que tanto me gustan, que me hacen volar y soñar con que algún día me pasará a mi algo parecido. Pero solo son eso sueños. Un sueño tras otro que solo llevan a una decepción, tras otra, al despertar. Me he cansado de soñar con cosas imposibles, con cosas que no ocurrirán, que no me ocurrirán a mí ni por asomo. He empezado a olvidar ese sueño tan dulce, aquellos profundos ojos. Porque no es más que eso, un sueño. El sueño de una vida que yo no viviré. Por el simple hecho de que no he nacido para ella o no la merezco. Y no puedo seguir leyendo esos libros porque tras leer dos páginas empiezan a nublarse mis ojos a causa de las lágrimas que los inundan pensando que a mí nunca me pasara nada que se le aproxime.
sábado, 26 de marzo de 2011
viernes, 18 de marzo de 2011
El mismo sabor.
Ella iba, tan solo en busca de algo dulce y se topó, por sorpresa con la cosa más dulce que jamás hubiera imaginado. Miraba indecisa, como siempre, estante por estante, golosina por golosina sin tener claro que escoger. Queriéndolo todo y sin querer nada a la vez. Él tampoco buscaba nada en concreto, hasta que la vio. La vio y por fin supo que era exactamente lo que buscaba.
Se le acerco por detrás, y sin siquiera rozarla le susurró al oído las palabras más maravillosas que jamás había oído. Ella giró levemente la cabeza, lo justo para ver sus preciosos ojos a apenas unos centímetros de los de ella. En ese momento él tomo un poco mas de libertad, se acercó apenas unos centímetros, lo justo para rozar con sus labios la oreja derecha de ella, en la que seguir susurrando palabras sin sentido, preciosas palabras sin sentido. Coloco una mano sobre la cintura de ella, y con la otra fue acariciando levemente, casi sin tocarlo, su brazo izquierdo.
No podía lograr imaginar como había conseguido acelerar el corazón, de esta afortunada señorita, las cosas que le estaba haciendo pensar, las fantasías que ocupaban su mente justo en esos momentos. No sería capaz de imaginarlo.
Entonces él comenzó a señalar una por una cada golosina, y a decirle lo que podía significar la forma de cada una de ellas en sus vidas, a que podría parecerse, que momento podría ser, o en que momento podrían comérsela, juntos, siempre juntos. Hizo volar la imaginación de ella, acelero su corazón y removió sus sentimientos.
Minutos después, él se fue. Dejándola a ella allí sin siquiera saber su nombre, ni él el de ella. Pero ambos sabían que volverían a encontrarse, no sabían dónde, ni cuándo, ni cómo. Pero ambos sabían que estaban destinados y que el tiempo lo haría todo.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Lo son.
Dulces palabras se enlazan entre mis dedo, recorren mis manos suben por mi brazo y atraviesan mi pecho hasta llegar al corazón. No son sencillas, no son complicadas, son simplemente palabras. Palabras que adornar mis días que los hacen divertidos, románticos, calientes o incluso dolorosos. Esas palabras lo son todo, son un corazón lleno de todos los sentimientos posibles, es una cabeza en la que no paran de rebotar pensamientos contradictorios. Es sonido, es silencio. Es frio y calor… No son nada para ti, que lees quizá, pero lo son todo para mí que escribo.
martes, 15 de marzo de 2011
Así era
El reflejo del dolor a través de los ojos de una niña, una niña que vive inmersa en su propia realidad para no ver lo que sucede a su alrededor, para no creer en la realidad, esa dolorosa realidad. Una niña que aún no es capaz de distinguir dolor y placer. Que cree que todo es perfecto y no se percata de su propio sufrimiento.
Una niña que creció, una niña a la que un día y de pronto, se le endureció la mirada sin razón aparente. Una niña a la que, ya mujer, le cuesta mostrar sus sentimientos porque no le gusta sentirse desprotegida ante nadie, que no derrama una lagrima por nada ni nadie. Una fuerza sobrehumana para no mostrar ni un solo sentimiento, fría como el hielo, dura como una roca. Así era, así quería ser…
martes, 1 de marzo de 2011
Gracias.
Calló, al vacío calló, desde la más alta nube donde se encontraba, en la que todo lo veía pero nada se creía, o mas bien nada se quería creer. Pensaba que si hacia como si no fuera cierto no lo seria, pensaba que si cerraba los ojos todo desaparecería. Se engañó a si misma de la peor manera posible, y mientras tanto todos hablaban todos repetían lo mismo, lo que ellos veían y ella no quería ver.
Y se olvidó de que los cuentos de hadas no existen, y se olvidó de que ella no era esa princesa a la que un príncipe tenía que salvar, un príncipe con el que “comería perdices y serian felices para siempre” Se olvidó de que esas cosas solo ocurren en los cuentos de hadas. Y lo peor es que se olvidó de ser sincera consigo misma.
Y pese a todo, solo le queda darle las gracias a él, darle las gracias por aquellos maravillosos momentos…
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